Es evidente que
estar en forma te exigirá esfuerzo y privaciones. Todos experimentamos que nos
cuesta ser como deseamos ser. La pereza, las pasiones y ambiciones nos alejan
de nuestro deseo de ser perfectos. El tiempo cuaresmal no habla de eso.
¡Señor!, ¿a dónde
voy sin Ti? Tú eres mi camino, mi verdad y mi vida. Sim Ti mi vida carece de
sentido y se pierde en la mundanidad de este mundo que te da la espalda y te
rechaza.
Sabemos que sostenernos en una actitud de bondad y amor nos exige esfuerzo y lucha. Pero, una lucha que debe estar sobre todo apoyada en la oración. Una oración que nos relaciona con nuestro Padre Dios y nos fortalece en el ayuno y la limosna como desapego de nuestras pasiones y egoísmos.
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