No podremos
perdonar a los que nos ofenden sin la asistencia y el auxilio del Espíritu
Santo. Nuestro corazón es un corazón herido por el pecado, por tanto, sometido
a las pasiones y debilidades de nuestra naturaleza. Necesitamos la Misericordia
de nuestro Padre Dios.
Quiero ser luz, alegría, consuelo y amor para todos los que se relacionan
conmigo. Y resulta que no lo soy. Y eso me fastidia y me pone mal conmigo
mismo. Haz, Señor, que mi corazón se transforme en amor misericordioso. Amén.
Dios es Padre de todos. A ese que tú rechazas y no perdonas Dios lo ama infinitamente. Lo ha creado y, encarnado en Naturaleza humana, murió por él en la Cruz. ¿Cómo tú lo rechazas? Es tu hermano. La parábola del Padre Misericordioso que hoy nos dice el Evangelio lo deja claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.