El reto es amar,
pero no un amor como a nosotros nos gustaría centrado en aquellos que nos
simpatizan y nos devuelve el mutuo amor. Se trata de amar a los que no piensan
como nosotros, nos incordian y nos caen mal. Es decir a nuestros enemigos. Ese
es el reto.
Señor, supongo que
en la medida de mi fe, respondo a tu llamada. Dame la fe que me falta para que
mi respuesta a tu llamada se fortalezca y sea plena. Experimento que soy débil
y que mi fe no da la medida que Tú esperas. Aumenta mi fe, Señor.
No es que sea difícil, es imposible amar como nos ama nuestro Padre Dios con nuestras capacidades y fuerzas. Para lograrlo tenemos que estar injertados en Él y abiertos a la acción del Espíritu Santo. Por nuestras propias fuerzas no podremos hacerlo nunca. Necesitamos la Gracia del Señor para poder amar como Él nos ama.
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