He de reconocer
que solo desde la obediencia y fe en el Espíritu Santo podemos encontrar el
camino que nos conduce al encuentro con Jesús y, por su Gracia, llegar a la
Casa del Padre donde por su Misericordia Infinita seremos amorosamente
perdonados.
Sé, Señor, y
reconozco, la dureza de mi corazón. Soy un pecador que guarda dentro de su
corazón, herido por el pecado, impurezas, egoísmos, malas intenciones y deseos.
¡transfórmame, Señor, en un corazón como el tuyo! Amén.
No viene a
nosotros para simplemente cruzarse de brazos. Desde el momento de nuestro
bautizo hace morada en nuestro corazón para señalarnos, indicarnos, auxiliarnos
y fortalecernos el camino a recorrer para alcanzar la inmerecida Misericordia
que nuestro Padre Dios nos ofrece gratuitamente.
José, el santo humilde y obediente, nos da testimonio de como tenemos que responder a esa llamada de nuestro Padre Dios auxiliado por su Espíritu que nos acompaña en el recorrido de nuestra vida. Amén.
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