La presencia del
Señor trae siempre la paz. Estar con Jesús da tranquilidad, sosiego, serenidad
y, sobre todo, paz. Nada nos puede suceder. La muerte, lo más que podamos
temer, ha sido vencida. La presencia de Jesús así lo revela. ¡Aleluya, Aleluya!
¿En quién me voy a
fijar, Señor? Solo Tú eres modelos de felicidad eterna. Solo Tú soportas las
inclemencias del tiempo y de la vida. Solo Tú conservas la paz y la dicha de,
venciendo el mal, vivir en la plenitud eterna. ¡Enséñame ese camino, Señor!
No cabe duda de
que tomar conciencia que Jesús ha Resucitado necesita y exige una experiencia
de encuentro con Él. Sin encontrarnos seriamente con Jesús, ¿cómo lo vas a anunciar?
¿Qué anuncias? Y encontrarnos con Él exige buscarlo en la oración, en los
Sacramentos, en la Eucaristía y en la comunidad parroquial, la Iglesia, porque
es ahí donde está.
Estamos llamados a
la eternidad. Vivir, ya desde este mundo en la esperanza de la Gloria Eterna
junto al Padre es vivir de acuerdo con los valores del Evangelio: verdad,
justicia, solidaridad, igualdad, derechos, dignidad como hijos de Dios,
libertad, vida, compartir, humildad...
El Papa Francisco recomienda el gran libro de Benson sobre el Anticristo, señala al globalismo igualitarista y a la "peligrosísima" ideología de género. Estas palabras del Santo Padre no las verás en los grandes medios porque no interesa al relato dominante del "señor del mundo". Ver en: P. Juan Manuel Góngora.
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