No podemos
considerarnos buenos discípulos. Estamos contaminados por el pecado y solo a su
lado, abiertos a su Misericordia y asidos a sus manos podemos alcanzar el perdón
con el que debemos caminar cada día. Porque, sabemos, su Misericordia es
Infinita.
Conoces mis
debilidades y, a pesar de mis desplantes, me amas y confías en que puedo
corregirme y crecer en perfección. Me tiendes tu Mano para que asida a ella
pueda levantarme y avanzar hacia la perfección. Gracias, Señor.
La lucha no tiene tregua. La cuaresma nos puede ayudar como un tiempo de preparación o entrenamiento, por decirlo de alguna manera, pero el camino se hace cada día y la lucha es constante. Lucha contra el pecado que nos amenaza permanentemente con la intención de apartarnos del camino de la esperanza y de la fe. No perdamos la confianza en el Señor. Amén.
En nuestro camino
no podemos perder de vista que tras la Cruz, miremos siempre al Señor, viene la
Resurrección. El Papa nos recuerda que lo tengamos siempre presente. Pase lo
que pase nunca perdamos la esperanza. Sepamos y tengamos presente que tras el
dolor vine la Resurrección.
Toda nuestra esperanza está puesta en Ti, Señor. El Papa nos habla hoy de ese sentido que la esperanza puesta en el Señor da a nuestra vida. Porque tras el dolor solo nos queda la confianza en Jesús al mirar la Cruz. Él también despojado de todo supo perdonar a sus enemigos y poner toda su confianza en su Padre. Y, para su Gloria, fue Resucitado. También nosotros esperamos resucitar por los méritos de nuestro Señor. ¡Nos lo ha prometido!
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