Es evidente que la
fe es un don de Dios. Pero un don que Dios da a aquellos que le buscan, que le
escuchan y que se fían de su Palabra. Señor, quiero ser de esos que te escuchan
y se fían de tu Palabra. Sostenme en la fe y haz que crezca y se acreciente en
mi corazón. Amén.
Me da vergüenza,
Señor, de volver a pedirte que endereces mi vida. Cada instante de mi vida
experimento que no estoy a la altura de corresponder a tu Infinito Amor
misericordioso. Y, sin embargo, Tú permaneces siempre a mi lado. Gracias,
Señor, no te vayas nunca.
Descubro, Señor, que todo lo que me dices coincide con lo que deseo y arde dentro de mi corazón. Es lo que busco: verdad, justicia, compasión, comprensión, paciencia, humildad y, sobre todo, amor. Un amor misericordioso que perdone los errores, debilidades y pecados que sufrimos con y por la flaqueza de nuestra herida naturaleza.
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