La mochila pesa,
no es cómoda el llevarla. Te va doblando la espalda y experimentarás deseos de
dejarla o traspasarla a otro. Sin embargo, ¿no has descubierto todavía que
Jesús te acompaña y te ayuda a llevarla? Él carga con la de todos entre la que
está también la tuya.
En la medida que
caminamos por este mundo, a poco que nos paremos un rato y guardemos silencio,
nos damos cuenta de que nuestro camino no tiene rumbo ni sentido. Vamos
derecho, transites por donde transites, al abismo de la perdición. Solo Tú,
Señor, das verdadero sentido a nuestra vida.
Es posible que en algunos momentos quieras llevarla tu solo, y a tu ritmo y a tu manera de entender y ver el camino. Es entonces cuando experimentarás que su peso aumenta, se hace presente y tu espalda no resiste soportarla. Miras a tu derredor y adviertes que Jesús no está, lo has despedido. Él respeta tus decisiones aunque sigue ahí pendiente y esperando que vuelvas a invitarle en tu camino. Tu mochila seguirá pesada pero experimentarás que se hará soportable.
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