Es evidente que el
mundo busca y quiere la paz. Pero la paz no se encuentra en un mundo enfrentado
por poder, riquezas o ideologías. La paz se esconde en la libertad, la reconciliación
y la misericordia. Solo un mundo fraterno y reconciliado puede vivir en paz.
Toda mi esperanza
está puesta en el Espíritu Santo. Sé que solo Él puede transformar mi vida,
darle verdadero sentido y convertir mi corazón en un corazón semejante al de
Jesús nuestro Señor. Amén.
Cuando no se respeta la libertad nace la anarquía, la ley del más fuerte y poderoso que impone sus ideas, sus pensamientos y ordena el entorno según sus intereses y satisfacciones. Y si eso se extiende al mundo todo ser humano queda esclavizado y sometido. Se impone buscar espacios de reconciliación y misericordia donde los efectos y consecuencias derivan en la paz.
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