No es cuestión
tanto de frutos que de tu compromiso, empeño, perseverancia y trabajo. Nos
corresponde ser tierra buena para que la semilla germine y dé frutos. Anunciar
y proclamar la Palabra con el ejemplo de nuestra vida, con humildad, sencillez
sin forzar ni presionar.
Ven Espíritu
Santo, entra en mi vida, ordénala y dirígela por el camino que lleva a la Casa
del Padre. Llena mi corazón de paciencia, perseverancia y mansedumbre para que
mi ser y obrar respondan con mi compromiso de bautismo. Amén.
Es verdad que la tentación de abandono siempre está presente. La siembra baldía y sin resultados nos invita a abandonar, a desanimarnos y a dejar la tarea sembradora. Jesús que sabe de las dificultades nos invita a perseverar, a seguir adelante sin mirar ni calcular resultados ni cosecha o frutos. Nuestra tarea es la siembra gratuita y sin condiciones dando y dándonos a pleno rendimiento. Así nos lo enseñó el Señor con su Vida y Palabra.
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