Esa es la
cuestión, tomar la cruz de tus circunstancias, familias, amigos, ambientes y
posponerlos al seguimiento a Jesús. Poque de otra manera tu seguimiento será imposible.
Desde Él encontrarás la fortaleza y la perseverancia para asumirlos y
aceptarlos.
María es la Madre
que nos enseña el camino y nos muestra como transformar nuestro corazón
endurecido en un corazón suave, de acogida y preparación para dar alumbramiento
a esa semilla que sembrada en nuestro corazón dé buenos frutos. Ella con su
vida nos lo dice.
No se trata de
resignarse sino de amar y superar esos retos donde provocan tu humildad, tu
mansedumbre, tu paciencia y tu resistencia a la soberbia, a la desesperación,
resistencia e impaciencia. Es el amor y la misericordia las armas con las que,
venidas del Espíritu Santo, podrás luchar y resistir las avalanchas de los que
la presencia y Palabra del Señor les molesta.
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