Puede ser que tú
no te des por aludido, pero Jesús te mira y tras tu bautismo te llama también
para que ayudes a que la Barca de la Iglesia avance. Quizás no seas motor, vela,
o remo pero algo podrás hacer. Ayudar a que otro se suba o simplemente
compañía.
De la mano del
Señor las dificultades son vencidas. Eso no significa que tengamos que
esforzarnos y pasemos dolor, pero con el Señor podremos cargar con nuestras
cruces y, cómo Él, por su Gracia, salir victoriosos.
La tarea nos incumbe a todos. Es evidente que cada cual tendrá la suya pero todas hacen falta. La Barca necesitará de todos porque tiene espacio para todos y porque todos son llamados a embarcarse en ella ya que no hay otra manera de llegar al puerto del gozo y la eternidad.
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