La importancia y
misión de las mujeres en la Iglesia está fuera de duda. Ellas estaban ahí desde
el comienzo de la Iglesia y fueron las que con María permanecieron firmes al pie
de la Cruz. Y hoy sucede lo mismo, la mujer está muy presente en el camino
sinodal.
A mí también me
miras, Señor, porque yo también soy tu hijo y me amas con Misericordia
infinita. Yo te pido que, como Mateo, sepa responder a tu llamada, levantar mi
mirada y seguirte. Espíritu Santo dame la fuerza de cada día para seguirle.
Amén.
Es muy revelador que la fe, siendo un don de Dios, suele venir en las situaciones de pobreza, de debilidad, de impotencia y enfermedad. El hombre necesita reconocer su debilidad y pobreza para darse cuenta de su fragilidad e impotencia. Es entonces cuando experimenta su pequeñez y se reconoce pecador. El encuentro con el Señor se hace necesario. Es Él el único que puede salvarnos.
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