Es evidente que
solo no podemos caminar. Nos necesitamos y eso nos exigirá convivencia, unidad,
fraternidad, misericordia y compasión. Sin embargo muchos nos obstinamos en
caminar por nuestra cuenta y mirar solamente para sus intereses y
conveniencias.
¡Qué sería de mí
sin la oración! A través de ella me relaciono contigo, mi Señor, y percibo tu
acogida, tu presencia y tu amor misericordioso. En ella me fortalezco y me
lleno de esperanza, experimento gozo, alegría y paz. Gracias, Señor.
Es más cómodo y fácil practicar un cristianismo piadoso e individual. Tengo mis misas, mis oraciones, me confieso y tomo la comunión. Y trato de convencerme a mí mismo que soy buena persona. Y nadie me dice que no, pero seguir a Jesús es otra cosa. No simplemente rezar sino realmente amar. Y amar nos compromete a muchas más cosas que todos sabemos. Tratemos de no engañarnos.
Hoy el Papa
Francisco nos pone un nuevo testimonio de evangelización en la persona de
Daniel Comboni, un misionero que dedicó su vida a trabajar por liberar el
corazón de la esclavitud del pecado. Un ejemplo que nos fortalece y nos anima,
en la medida de nuestras posibilidades, a hacer lo mismo.
El Papa Francisco continúa hoy con la catequesis de evangelización. En esta ocasión nos habla del testimonio de Daniel Comboni, un misionero que, tras descubrir la esclavitud del pecado, dedicó toda su vida a anunciar la libertad que trae la Palabra del Señor y, en consecuencia, la libertad del corazón para dejar que esa semilla plantada en él dé los frutos hermosos de amor misericordioso esperados.
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