Jesús, el Señor,
ha venido para eso, para perdonarnos y reconciliarnos. Entregó su Vida en la
Cruz perdonándonos y ganando para todos los que creen en Él el perdón de sus
pecados y la salvación eterna. Su mandato es el amor entre todos los hombres.
Confieso y
reconozco que mi corazón está propenso a endurecerse seducido por las pasiones,
ambiciones y placeres de este mundo. Dame, Señor, un corazón nuevo,
misericordioso y compasivo que sienta y ame como Tú nos amas. Amén.
No cabe ninguna duda que tu corazón se compadece de aquel que sufre y lo pasa mal. Es evidente que el necesitado encienda en nosotros la misericordia y la compasión. De ahí que la necesidad de amar se enmarca en priorizar a los que realmente la necesitan. Son ellos los que demanda misericordia y compasión, de ahí que sean la preferencia del Señor. Por eso, tener un corazón misericordioso y compasivo nos exige implicarnos más en el dolor del prójimo.
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