Confía y cierra
tus ojos. Porque no se trata de tenerlos abiertos y ver lo que te rodea, sino
de ver la Majestad, el Poder y Amor Misericordioso de nuestro Señor que pasa
por nuestra vida para darnos la Luz y la Fe. Y para que creyendo en Él pueda
salvarnos de la esclavitud del pecado.
Es evidente que
siempre tendrás a alguien al que quizás puedas ayudar. Alguien que haya
recibido menos que tú y que tu servicio le sirva para despertar y ser mejor. O,
quizás, descubrir que tiene un Padre Bueno que le espera, le quiere
misericordiosamente y le salva.
Un pecado que nos esclaviza y nos aparta de lo que realmente buscamos: Gozo y felicidad eterna. Jesús, nuestro Señor, ha venido para eso hasta el punto de entregar su Vida por la nuestra. Nos ha limpiado de la ignominia del pecado devolviéndonos la dignidad de hijos de Dios y rescatados para gozar junto a nuestro Padre Dios del gozo y felicidad eterna. Porque de ti depende. Te ha hecho libre porque quiere que tú decidas.
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