Hemos recibido una
mochila con los talentos necesarios para hacer nuestra misión. El reto es
darnos cuenta y descubrirla. Algo así como encontrar nuestra vocación. Y descubierta,
aplicarla en nuestra vida sabiendo que ahí se esconde nuestro gozo y felicidad.
Danos, Señor, la
fortaleza y sabiduría para, como san José, confiar en tu Palabra y obedecer, a
pesar de nuestra ignorancia y dudas, los caminos que Tú nos vas indicando en el
recorrido de nuestra vida. Estar siempre prestos a ser semilla de paz y escucha
a tu Palabra.
Siempre podrás
hacer algo y siempre tu buen vivir y hacer dará resultado. La misión es
transparentar ese amor que llevas escondido y darle salida. Dejarle actuar con
la confianza puesta en su Creador, Dios, nuestro Padre. No te menosprecie
porque, por pequeña que sea tu aportación siempre, por la Gracia de Dios,
tendrá su gran valor.
Vacía tu corazón
de toda cosa mundana y tenlo preparado para acoger la Buena Noticia de
salvación que viene con el anuncio de Juan y se cristaliza con la llegada del
Señor en su bautizo en el Jordán. Deja lo que te esclaviza y acoge lo que te
libera: La Palabra del Señor.
Por favor, no vayáis a pensar que porque los ricos no paguen aquí sus iniquidades carecen de pecado. Si fuera posible castigar en justicia a los ricos, las cárceles estarían llenas de ellos (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – Jose I. González Faus).
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