miércoles, 13 de marzo de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Supongo que todos deseamos vivir eternamente y en plenitud de gozo y felicidad. Ese es el objetivo de todo ser humano, luego, deduzco que están ciegos, porque hay Uno aquí que ha muerto y Resucitado y anda entre nosotros. Su Palabra es de Vida Eterna.

La humanidad de Jesús queda reflejada en su primera caída. Sus fuerzas se debilitan y no resiste la fatiga del cansancio y la tortura. Desfallece y cae. Experimentan el sufrimiento pero no se rinde. Se levanta, recobra el aliento y emprende de nuevo el camino.

Y mientras, encarnado en naturaleza humana, sin perder la Divina, en su paso por este mundo, nos ha anunciado esa Buena Noticia. Y continúa haciéndolo a través de la Iglesia que ha dejado antes de subir a los cielos Y son muchos los que no le hacen caso. ¿Están esos en sus casillas, o cegados por el poder del mundo, demonio y carne? Porque, en realidad todos queremos lo que nos ofrece Jesús, el Hijo de Dios.

Solo el amor misericordioso nos salva. Para eso tuvo Jesús que demostrárnoslo entregando voluntariamente su Vida. No está el poder de nuestra salvación en la fuerzas sino en la misericordia. Y solo en Jesús podemos encontrarla.

La virtud es el resultado de tu convicción, de tu fe y, en consecuencia, de tu constancia, perseverancia y disponibilidad a reflejar en tu vida el amor misericordioso que recibes de tu Padre Dios a través de la Pasión, muerte y Resurrección de su Hijo, nuestro Señor.

Hoy, el Papa Francisco, nos habla de las virtudes como unas disposiciones a la constancia y disponibilidad para hacer el bien. Y eso no es tanto innato cuanto sí una actitud de esfuerzo en procurar siempre hacer el bien. Un bien que nace desde una relación íntima con el Señor, porque solo en Él podemos alcanzar la verdad y el bien reflejado en el amor.

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