Para Dios, nuestro
Padre, no hay nada imposible. Y nosotros, sus criaturas, nunca podremos
entender su Omnipotencia ni su Amor Misericordioso. Luego, jamás entenderemos
el Misterio de la Encarnación ni por qué Dios ha querido encarnarse en
Naturaleza Humana.
Nuestro camino,
cuando lo recorremos por nuestra cuenta se estanca, se empobrece y está a
merced de las seducciones y tentaciones de este mundo. Sin ti, Señor, se hace
la oscuridad y se derrumba nuestra vida. Nos ponemos en tus manos, Señor, para
que nos libere de la esclavitud del pecado.
Es absurdo querer
meter a Dios dentro de nuestra razón. Nos será imposible. Y tampoco podremos
creer en Él porque nunca lo podremos entender. Solo nos queda la vía de la
súplica humilde del don de la fe aceptando su Voluntad. Una Voluntad de amarnos
misericordiosamente hasta el punto de querer salvarnos, dándose Él mismo, en
una muerte de Cruz que también jamás entenderemos. Sólo Él, dueño y Señor de la
Vida y la muerte, puede darnos a entender, cuando así lo quiera, ese Misterio.
Mientras a nosotros nos basta con creer y confiar en Él experimentando su
Palabra y el gozo de estar en su presencia.
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