Me pregunto que si
no experimento esa dicha que Jesús, el Señor, ha prometido, seguramente será
porque mi fe, si tengo, es muy débil y pequeña. Quizás no llega a un grano de
mostaza. Aprovecho esta ocasión, unidos a todos ustedes, para pedírsela al Señor.
Amén.
Señor, me pierdo y
desoriento en este mundo donde el pecado me somete, me debilita y puede con mi
voluntad. Pon fortaleza, sabiduría y luz en mi vida para que, guiado por el
Espíritu Santo, pueda llevar mi vida según tu Voluntad. Amén.
Sabemos que la fe es un don de Dios. Y, desde esa perspectiva me siento un hijo privilegiado porque desde mi juventud he sentido esa atracción y confianza a creer en la Palabra de Dios. Sin embargo, no por eso me quedo tranquilo, sino que busco seguir creciendo y tratando de dar todo lo que he recibido gratuitamente del Señor. Por ello, le pido que mi fe crezca, aumente y se traduzca en buenas obras y amor misericordioso. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.