Fuera del Señor no
lograremos permanecer. Podrán más nuestros intereses, nuestras pasiones y
egoísmos. Nos dividiremos y nuestra relación quedará separada, dividida y lejos
del mandato del Señor. Solo permaneciendo en Él podemos permanecer también en nosotros.
Es un privilegio y
una maravilla tener una Madre como María. Ella nos acompañará todo el camino de
nuestra vida y siempre nos protegerá y llevará al encuentro con su Hijo, Jesús,
el Hijo de Dios Vivo.
Ese permanecer en amor mutuo que nos compromete a darnos desde el compromiso de nuestra fe y permanencia en Jesús, estrecha nuestra relación de darnos mutuamente amándonos tal y como Jesús, el Señor, nos ha mandado. Y es que su permanencia en nosotros nos une, nos fortalece y nos llena de esperanza y de amor. De ahí la necesidad de estar unidos – Iglesia – para hacer presente también al Señor que, según su Palabra, es fiel a su permanencia en nosotros.
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