Sucede que si
prescindimos de Dios quedamos a merced del mundo, del demonio, que es su
príncipe, y de nuestra propia carne, que es débil y fácil de seducir. Eso lo
percibimos al comprobar y ver cómo está empeorando el mundo, sus valores y su ética.
Señor, me canso y
Tú lo sabes. No dejes que mi desaliento me pueda y que mi pereza me tumbe.
Sabes, Señor, que te busco y que quiero encontrarme contigo para servirte y
amarte cumpliendo tu Voluntad. Haz que esa sea mi voluntad y mi fortaleza.
Amén.
Como cada día hay
más enfrentamientos, inmoralidades y se pone en peligro la libertad y los
derechos naturales. Y es que cuando la savia que nos alimenta no viene de Dios
sino del mundo, demonio y carne, nuestra alma está perdida. Todo eso que
decimos queda meridianamente claro cuando miramos para el mundo que nos rodea.
En la medida que vive de espaldas a Dios, así se muestra sus frutos de
perdición y ruina.
Dejemos en manos
de Dios que sean los buenos propósitos y las intenciones santas las que
prevalezcan sobre los pecados y las malas intenciones de aquellos que le
rechazan.
Y pidámosle que, por nuestra parte, busquemos siempre la verdad, pongamos todo el esfuerzo que podamos y consagrémonos en ser tan bien intencionado y justo para que todos nuestros actos sean fiel reflejo del Amor Misericordioso de Dios. De esa manera daremos cumplimiento a proclamar la Buena Noticia.
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