No es cuestión de
mirar hacia atrás, ni tampoco de mirar hacia delante. El camino, como diría el
poeta, se hace al andar. Y lo que verdaderamente nos importa es que cada día caminamos
asistidos y auxiliados por el Espíritu Santo, que nos acompaña hacia la Casa
del Padre.
Es, además de un
privilegio, la maravilla más grande que, después del Hijo, tener a María como
Madre. Ella nos lleva al Hijo, le habla de nosotros e intercede para que, de su
mano, podamos, como hijos, alcanzar su Infinita Misericordia. Amén.
Esa debe ser nuestra único pensamiento y misión, vivir injertados en el Espíritu Santo y dejarnos guiar por Él para hacer la Voluntad del Padre. Y eso debe animarnos a estar en paz cada día y a cada instante de nuestro camino. Recordemos que es el saludo con el que se presentó Jesús a su apóstoles cada vez que se les aparecía. Y es que sin paz, el Señor no puede venir a nuestra presencia. Por tanto, hagamos la paz para que el Espíritu more en nosotros. ¡Alabado sea Dios!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.