La experiencia nos
lo deja bastante claro. Somos criaturas de barro, pues nuestra naturaleza
herida y tocada por el pecado es débil y fácil de seducir. Mundo, demonio y carne
nos ganan siempre y nos derrotan con sus ofertas de placer, de riqueza, de vida
fácil, egoísta...
Nunca lo
entenderemos, salvo que Él lo quiera, hasta que estemos presente ante Él. Para
mí es un doble misterio al que no puedo llegar: primero, un Dios Todopoderoso,
creador de todo lo visible e invisible; segundo, un Dios Amor Misericordioso
que me salva de la esclavitud del pecado.
Solos, somos
víctimas de esos tres enemigos del alma. Ahora, auxiliados en el Espíritu
Santo, venido a nosotros en la hora de nuestro bautismo, el panorama es
totalmente diferente. Injertados en Xto. Jesús somos invencibles y podemos
salir victorioso de esa lucha. Cristo y yo mayoría aplastante.
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