Nuestra confianza
debe ser plena y firme. La prueba nos exigirá momentos de penuria, de angustia
o de sufrimiento. Jesús nos lo mostró en su propia Pasión, pero el triunfo está
asegurado tras la cruz de nuestra vida.
¡Ven Espíritu
Santo, llena mi vida de luz, de capacidad para discernir en la verdad, de
humildad, de generosidad y misericordia para que pueda guardar en mi corazón la
fuerza y el deseo de vivir en la Voluntad del Señor. Amén.
El Espíritu va con nosotros recordándonos ese triunfo, esa gloria y alegría de la Resurrección. Nuestra vida, en este mundo, camina hacia nuestro fin y tras él llega la dicha de la Resurrección y la gloria de estar junto al Padre. ¡Alabado y glorificado sea nuestro Señor!
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