Cuando hablas en
verdad, basta decir sí, o basta decir no. Y cuando tu palabra está considerada
de forma seria y comprometida con la verdad, tu palabra es creída y vestida de
verdad.
Cuando llega la
noche, cuando la soledad mi invita al diálogo y siento que el mundo me
sobrepasa, Tú, Señor, eres mi fortaleza, mi baluarte y mi descanso. En Ti
encuentro serenidad, fortaleza, seguridad y, sobre todo, paz. Gracias, Dios y
Padre mío.
Y eso se obtiene
con el compromiso de perseverar en la verdad y siempre vivir y defender la
verdad. La Verdad con mayúscula que es Dios. En Él está el Camino, la Verdad y
la Vida, y vivir en Él es apostar siempre por la verdad. Una verdad que afirmas
y defiendes con tu vida y tu palabra.
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