A pesar de
nuestras irresponsables respuestas y rechazos, el Señor no deja de derramar su
Infinita Misericordia sobre cada uno de nosotros. Su paciencia es ilimitada y
su deseo de salvación está siempre abierto para que podamos alcanzarlo.
Quiero, Señor,
tener un corazón como el Tuyo, generoso, compasivo y misericordioso. Y lo
quiero y te lo pido para actuar como Tú, con generosidad, compasión y
misericordia. Porque, eso es lo que me da felicidad, el gozo de amar y ser
amado como Tú, Señor, me amas.
El pecado hace
mella en nosotros y nos impide escuchar la Palabra del Señor. Por el contrario,
escuchamos nuestras palabras y doblegamos la Palabra de Dios según la nuestra y
a nuestros intereses y caprichos. Y no nos atenemos a razones. Solo valen las nuestras.
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