Es cuestión de
preguntarnos qué clase de tierra guardamos en nuestro corazón. ¿Tierra buena y
fértil o tierra sembrada entre pedregal y abrojos? ¿O simplemente tenemos un corazón
duro como asfalto donde la sembrado en él queda a merced de los pájaros?
Danos, Señor, la
fortaleza y la sabiduría de saber poner nuestra vida, como Santiago Apóstol, al
servicio de los demás. Sobre todo de los más necesitados y desorientados. Dar
nuestro tiempo, escucha y servicio en buscar el bien y la verdad por amor.
Dilucidar lo que hay en nuestro corazón será el paso primero y más importante que tenemos que dar para que la huerta de nuestro corazón dé buenos y hermosos frutos en abundancia. Y eso nos exigirá vigilancia y estar permanentemente en alerta. Porque, de no ser así el Maligno se encargará de engañarnos y seducirnos para que nuestra tierra buena quede entre abrojos y pedregales.
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