Jesús aprovecha la
oportunidad para decirle que Él es el Mesías prometido, el hijo de Dios Vivo. Y
lo hace invitándoles a compartir y satisfaciendo el hambre de toda aquella
gente que lo habían seguido.
Te doy gracias,
Señor, porque la fe que me has dado y que sigue viva en mí me sostiene cada
día. No entendería el mundo en el que vivo sin tu presencia, y sólo Tú das
sentido y fortaleza a mi vida. Gracias Dios mío y sólo te pido una cosa:
sostenme firme sin que pierda mi fe en Ti.
No para lucirse sino para alumbrarle el Poder y Amor del Padre que busca liberarlos de la esclavitud del pecado y darle vida eterna en plenitud de gozo y felicidad. De tal forma que admirados de su proeza quieren proclamarlo rey y Jesús se escabulle y se retira a la montaña solo.
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