No perder de vista
la meta de nuestra vida nos ayudará mucho a estar permanentemente atentos a la
bondad de nuestros actos de vida. Porque, todo dependerá, al final de ésta, de
nuestros actos de misericordia y de amor con los que nos rodean.
Sé que muchas
veces, Señor, me preocupo demasiado. Quizás, como ignorando que Tú siempre
estás presente en mi vida y miras por mí. Hoy quiero pedirte, Señor, que entres
de lleno en mi vida, lléname de paz, sabiduría y fortaleza para vivir cada
instante de mi vida según tu Palabra.
Encontraremos esa
felicidad, que afanosamente buscamos, si nuestra cosecha final es el resultado
de vivir en actitud de amar misericordiosamente, asistidos por la acción del
Espíritu Santo que hemos recibido en nuestro bautismo. De lo contrario, lo que
reamente creemos ganar lo perderemos al final de nuestra vida.
La realidad es que en la medida que sientes el peso de tu cruz sobre tus hombros y la carga empieza a hacerse molesta y pesada, apoyarla en la presencia de tu padre dios y en su infinita misericordia empieza a hacerse soportable y llevadera.
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