La realidad es que en
todo lo que nos sucede tenemos una gran participación. Las cosas son
causa, de y por nuestra manera de actuar y comportarnos. Es nuestra la
responsabilidad casi siempre, y otras las coincidencia accidentales de la vida.
Hay momentos en mi
vida que despierto y tomo conciencia de que todo lo que soy es don de Dios. Me
regala la vida, la familia, mi pueblo, mi ambiente, mis hermanos, amigos, la
parroquia ...etc. Y ahora una hermosa y gran familia. No es que todo haya sido de
color de rosa, pero, lo verdaderamente importante es que ahí es donde tengo que
buscar y cumplir la Voluntad de Dios.
Ahora, nuestro Padre Dios no deja de mirarnos, de caminar a nuestro lado, y de guardarnos de los peligros. Para eso ha enviado al Paráclito – Espíritu Santo – que lo hemos recibido en la hora de nuestro bautismo. Sin embargo, el Espíritu de Dios, no cambia las circunstancias de nuestra vida, ni tampoco nuestra libertad. Simplemente, las usas para cambiarte y encauzarte por el camino correcto y verdadero.
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