No es cuestión de
quejarnos, de bajar nuestra resistencia y de pensar que nada podemos hacer. Es
cuestión de apoyarnos en el Pilar de nuestra fe y de creer que a través de la
oración llegamos a relacionarnos con nuestro Padre Dios y en Él sostenernos.
Ese es mi objetivo
y mi primera intención, Señor, serte fiel en cada instante de mi vida. Sé y
reconozco mis debilidades, mis infidelidades, mis errores, fallos y pecados,
pero sé también que Tú, mi Señor, estás a mi lado, me quieres y me ofreces tu
Infinita Misericordia. Y yo, Señor, quiero recibirla. Gracias, Dios mío.
Porque, el mundo,
demonio y carne nos pueden. Y enfrentándonos solos a ellos estamos perdidos.
Por tanto, el Pilar de nuestra fe, como hizo, y nos enseña, nuestra Madre María,
Madre de Dios, es guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones e ir sacando
cada día esa Palabra que nos edifica, fortalece y motiva – llenándonos de
esperanza – para sostenernos y seguir el Camino, la Verdad y la Vida.
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