¿Acaso no nos
damos cuenta de que la vida se repite a cada momento? Si lo pensamos
detenidamente, observamos que nuestra vida se compone, casi siempre, de lo
mismo: comer, trabajar, ocio, diversión, descansar, dormir y a repetir lo
mismo.
Hay momentos,
Señor, que pierdo tu Rostro y dudo de tu Palabra. Hay momentos, Señor, que las
exigencias de amar y darme me hacen dudar de tu presencia. Haz, Señor, que en
esos momentos vea tu Rostro y sienta tu presencia. Pero, de cualquier forma
nunca me separe de Ti.
De vez en cuando
tenemos alguna variación, un extra – como solemos decir – y poco más. Si somos
capaces de mirar atrás nos damos cuenta de que llevamos toda nuestra vida
haciendo, en lo que se refiere a lo fundamental, casi lo mismo. Es decir,
vivimos, con algunas diferencias en el orden tecnológico, haciendo
sustancialmente lo mismo. Y, por mucho que queramos, no salimos por nosotros
mismo. Sólo Dios nos transforma y cambia nuestro rumbo rutinario.
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