Nunca hemos de
perder de vista nuestra manifiesta debilidad. Somos pecadores y, por
consiguiente fáciles de ser seducidos por el demonio. Nuestra camino es, por consiguiente,
de lucha, de resistencia al pecado y de esperanza en el amor misericordioso del
Señor.
Madre, enséñame a
hacer silencio dentro de mí para, en él, encontrarme con tu Hijo, mi Señor. Y,
como Tú, a guardar todo lo escuchado, silenciado y recibido en el centro de mi
corazón para hacerlo vida según el Plan y Voluntad del Señor, nuestro Dios.
Y nuestra fe debe ser firme y perseverante. Juan nos habla de un bautismo de conversión, con agua. Pero, el que él anuncia, nuestro Señor, nos bautizará con un bautismo de Espíritu, que nos fortalece, nos acompaña y nos asiste para que podamos superar y vencer a todas esas seducciones que nos presenta el pecado.
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