El Espíritu de
Dios está en Belén donde nace su Hijo, el Mesías prometido. Y ante la amenaza de
Herodes, es avisado José en sueños para que tome al Niño y a María y huyan hacia
Egipto lejos del temor de aquel que siente amenazado su reino.
Es Navidad, y mi
esperanza mira a Belén, a ese Niño nacido en un pesebre, humilde y pobre, pero
lleno de la Gracia de Dios, su Padre, y enviado a sanar los corazones de los
hombres que creen en Él, liberándolos de la esclavitud del pecado y llenándolos
de amor y misericordia.
De alguna manera
también nosotros podemos sentirnos amenazado por ese Niño Dios que nace en
Belén cuando no queremos acoger su Palabra ni su mensaje de Amor y Misericordia
que nos anuncia con su nacimiento, con su vida y obras. Es posible que nosotros
también, de alguna manera, queramos cerrar nuestro corazón y no dejarle entrar
para que reine en él el mundo, demonio y carne.
Cuando sientas que
el mundo se te hunde, refúgiate en la palabra de Dios, encontrarás fortaleza,
consuelo, paz y podrás levantarte.
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