Nunca debemos
perder la esperanza. Así sucedió con Zacarías, y así sucederá con cada uno de
nosotros si recordamos y abrimos nuestro
corazón a la acción del Espíritu Santo. El Señor nace cada día en nosotros en
la medida que nos abrimos a la acción de su Espíritu.
María, Madre de
Dios, pero también, por la Gracia de Dios, Madre nuestra, y, en consecuencia,
Madre mía. Madre, porque ahora puedo decirte Madre. Y, como Madre, también
pedirte que cuides de mi madre de la tierra que ya partió de este mundo, y
cuida de mi camino para que imitando el Tuyo encuentre la Cruz de tu Hijo y
comparta la mía con Él.
No es un año más, ni tampoco unas navidades más. Es hoy, el presente cuando vuelve a nacer el Niño Dios en nosotros. Y nace para que hoy seamos mejores; más perfectos; más amor y misericordia; más mansos y humildes; más imitadores de Jesús, el Hijo de Dios, y, en consecuencia, más discípulos, como su Madre María, y esclavos de su Voluntad.
FELIZ NAVIDAD
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