Es evidente que el
Verbo era Dios. Me sobrecoge y empequeñece el pensar que el Verbo existía y
existe siempre. Indudablemente lo creo, pero no puedo entenderlo, no cabe en mi
cabeza, ni en la cabeza de nadie. El hombre es su criatura y sólo Dios puede
descubrirle su identidad.
Belén, donde nace
la esperanza de una vida plena y eterna; donde el sufrimiento cobra su
verdadero sentido, y donde el amor y la fraternidad se funden en un fuerte
abrazo para dar sentido a la vida.
Pero, la evidencia es real. Existo y existimos, y es evidente que Alguien nos ha creado. Y, queramos o no, dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestros corazones se esconden sentimientos de bondad, de generosidad, de fraternidad, de perdón y misericordia y, sobre todo, de amor. Un amor que nos hace semejantes a nuestro Creador. Evidentemente, somos imagen y semejanza de nuestro Padre Dios. Su impronta esta sellada en nuestro corazón.
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