Simplemente, es
cuestión de creer. Creer que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías prometido y
enviado, y que tiene poder para darnos vida eterna. Esa vida eterna que en lo más
profundo de nuestro corazón subyace, y que deseamos con todas nuestras fuerzas.
En realidad,
¿estoy esperando a Alguien? ¿No sólo en este tiempo de Adviento, en el que la
Santa Madre Iglesia me advierte y celebra el nacimiento del Señor, sino a lo
largo de toda mi vida? Tomo conciencia de que Dios, encarnado en naturaleza
humana, ha venido a mi vida?
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