Es evidente que
Dios ha puesto, a través de su Hijo, nuestro Señor, la misión de proclamar su
Infinito Amor Misericordioso - anunciado por su Hijo - en nuestras manos. El
mundo lo conocerá y lo está conociendo porque los obreros de su mies responden
a su envío.
Señor, yo, aunque
quiero, no sé el camino. Me pierdo sometido a mis pasiones, soberbias y
egoísmos. Necesito que Tú, mi Señor, me guíes y me señales el camino correcto a
seguir.
Pongámonos también
nosotros en manos de su Espíritu y, con nuestra vida y palabra, proclamemos la
Buena Nueva de que el Reino está cerca. Tengamos la confianza de que no estamos
solos, sino que el Espíritu de Dios va y está con nosotros. Y en la medida de
que creamos, esperemos, aceptemos y estemos disponibles a su Palabra, nuestro
testimonio dará a conocer su Buena Noticia.
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