Aunque necesitamos
abrir nuestro corazón, reconocer el Amor y Misericordia de nuestro Padre Dios y
creer en su Palabra, encarnada en su Hijo, nuestro Señor Jesús, el Reino de Dios
no lo alcanzamos por nuestras obras, sino por un inmenso regalo de Dios.
Toda mi vida la
paso buscando ser feliz. ¡Todos queremos ser felices! ¡Esa es nuestra meta! Sin
embargo, vamos experimentando que en este mundo no se encuentra. Es, entonces,
cuando descubrimos que sólo en Ti, mi Señor, está la felicidad que realmente
buscamos.
Sin embargo, eso
no nos exime de poner toda la carne en el asador y dar plenamente todo los
talentos y cualidades que hemos recibido en servicio a los demás. Sobre todo y
de manera especial a los más necesitados. El Amor está contenido en el
compartir. De modo que si no se comparte, no se ama. Precisamente, eso es lo
que hace nuestro Padre Dios.
No es cuestión de nostalgia ni de progreso, es cuestión de valores. Creo que, a pesar de que la sociedad ha avanzado en progreso y ciencia, también ha involucionado en valores y libertad. Una visión retrospectiva a nuestro camino nos puede descubrir, ¿qué estamos haciendo?
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