No
busques la luz en la oscuridad, porque la luz viene de lo alto y no se
encuentra aquí abajo donde solo hay tinieblas. Levanta, pues, tu mirada y cree
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que nos guía y dirige nuestra vida
si nos abrimos a Él.
Haz,
Espíritu Santo, que mi vida sea una plena transparencia del amor de Jesús; que
mi corazón sea manso y humilde como el de Jesús, y que mi vida transmita el
amor y la misericordia con la que nos ama Jesús.
Igual
que a los apóstoles, nos sucede que no vemos frutos en nuestro trabajo.
Llegamos a cansarnos y a creer que Dios no está con nosotros. Nos viene la duda
y el deseo de abandonar. Posiblemente fue eso lo que pasaba por la cabeza de
aquellos apóstoles aquella noche de pesca. Sin embargo, creamos o no, Jesús
está con nosotros. Ha venido para quedarse eternamente con aquellos que creen
en Él.
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