Tu corazón
ha sido sembrado con la semilla de la Palabra de Dios. Ahora, sus frutos
dependerán de la tierra que tú le proveas, el abono que le pongas y el agua con
la que la riegues.
Señor,
sabes que esa es mi voluntad, entregarte mi vida. Pero, también sabes lo débil
que soy, y lo fácil que es vencerme a mis vicios y apetencias. Dame fortaleza
para sostenerme siempre en tu Voluntad.
Si no es bien cuidada, la semilla no echará raíces firmes: el calor la secará y quedará estéril. La Palabra necesita silencio, escucha, oración y alimento. “Sin el agua de la Gracia de Dios, todo esfuerzo será en vano.”
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