Nos consideramos mejores que los demás, sobre todo
cuando creemos estar en un escalón por encima de ellos. Vemos las motas en los
ojos ajenos y no percibimos las vigas en los nuestros.
Señor,
en lo más profundo de mi corazón vive el deseo de amarte, de escucharte, de
amar con misericordia, como lo haces conmigo. Pero, sabes, Señor, que no doy la
talla, y que mis debilidades me vencen. Levántame, y dame la Gracia de vivir en
tu Voluntad.
Nos cuesta poco hablar mal de los demás. Sea por
envidia o por sentirlos inferiores, pensamos que somos mejores y merecedores de
consideración. Y hasta llegamos a justificar el hablar mal del otro como si
fuese justo hacerlo.
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