Cuando los contratiempos los vives lejos son soportables y te permites incluso animar y dar consejos a quienes lo sufren en esos momentos. Sin embargo, cuando los experimentas en tus propias carnes no te parecen tan soportables y tus oídos y razón se cierran a recibir consejos y ánimo.
Es la experiencia de haber soportado lo que otros pasan en estos momentos. Entonces puedes entenderlos y, quizás, no te atrevas a dar consejos pero tu compañía sirve de bálsamo y de sosiego. Jesús sabe mucho de eso, pues como Hombre sufrió una muerte de Cruz después de ser martirizado y torturado.
Haber experimentado el sufrimiento capacita para entenderlo y también para acompañar. Por eso, Jesús te entiende y te acompaña como nadie. Primero porque es Dios, y segundo porque es Hombre.
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