No es cuestión de creer o no creer. Es cuestión de fe, y la
fe es fiarse de Alguien de quién me fío. Y me fío a pesar de que haya momentos
de dudas, de silencios, de ausencias y de contradicción.
Me fío y me fe se sostiene ciegamente en el Señor que me
sostiene y me promete el gozo y la felicidad eterna. Él mismo me lo ha
revelado, y todo en Él se ha cumplido, hasta su Resurrección.
Por eso me fío y creo en su Palabra, y me esfuerzo, con la
fuerza de su Espíritu en seguirle y en vivir según sus mandatos.
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