¡Sin lugar a duda somos herederos de un Tesoro Infinito y Eterno! Nos lo ha dicho Jesús, y sigue insistiendo cada día con mucha paciencia esperando nuestra respuesta. Sin embargo, creo que no nos hemos dado cuenta de la trascendencia de su importancia y de su valor.
Y buscamos ese Tesoro pero por camino equivocado. Parece que nos encandila más las luces de este mundo, luces caducas, que la que nunca se apaga y nos llena plenamente de gozo y felicidad eterna.
Tenemos una herencia porque en Jesús somos hermanos e hijos adoptivos del Padre y, como hijos, coherederos de su Gloria. ¿Nos percatamos de lo que somos?
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