No parece fácil orar. Entre otras cosas porque es difícil saber pedir y descubrir nuestras prioridades en necesidades. Somos grandes pecadores y tenemos mucho que arreglar.
¡Tanto que quizás el mayor descubrimiento es no saber por dónde empezar o descubrir que nosotros solos no podemos arreglarnos! Eso nos invita y anima a orar.
Quizás la mejor forma es no pronunciar palabra alguna y mostrar nuestra transparente miseria. El Padre nuestro refleja muy bien esa nuestra realidad.
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