Guardar un secreto es misión ardua y difícil, no sólo porque
vivimos en guardia de que nos lo descubran, sino porque, si es algo bueno, nos
es imposible no compartirlo y comunicarlo a otros.
La Buena Noticia que Jesús proclama por todas partes,
acompañado de sus discípulos y algunas mujeres, la deposita en sus acompañantes.
Les instruye y les prepara para que luego ellos la proclamen.
Porque la noticia de la salvación no se puede guardar, pues
es para todos.
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