miércoles, 1 de octubre de 2014

Porque, haga lo que haga, tuya, mi Señor, será siempre la Gloria


Cuando te abres al Espíritu de Dios, tu corazón late de otra forma. No son sus latidos los del mundo, sino los de su Amor y su Misericordia. Entonces empiezas a ver todo lo que te rodea de otro color. No significa eso que desaparecen las dificultades, pero, aun estando ahí, no interrumpen el latir de tu corazón al ritmo del de Dios.

Porque los obstáculos quedan en un plano inferior al amor que empieza a salir de tu corazón, y todo se contempla como efímero, pasajero, caduco. Sólo permanece el Amor y la felicidad que te invade.

Entonces descubres que, aún necesitándolas, lo importante no son las cosas, el poder, el prestigio, la fama, sino el Amor de Dios que te llena de gozo y felicidad eterna.

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