Ocurre que llevamos los ojos muy abiertos pero pasamos inadvertidos por muchos lugares de nuestra vida. Tanto es así que podemos quedar sorprendidos al despertar un día y darnos cuenta que hemos dejado muchas cosas buenas por no verlas.
Estar despierto no es tener los ojos abiertos, sino mirar con conciencia y libertad las cosas que ocurren en nuestra vida, y tratar de vivenciarlas con amor dándole soluciones que sirvan para mejorar la vida de los hombres.
No es fácil ver con la luz del corazón, justicia y verdad. Por eso necesitamos alumbrarnos con la Luz del Espíritu Santo.
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